El mayor drama migratorio desde la II Guerra Mundial

El continente afronta la peor crisis de desplazados desde la II Guerra Mundial | El número de expatriados podrían rozar el millón a final de año. Los gobiernos encallan a la hora de encontrar soluciones, pese a que el número de refugiados solo supone un 0,15% respecto al total de población europea. La Organización Mundial de las Migraciones estima en 2.600 el número de personas que han muerto solo en su intento de cruzar el Mediterráneo. ¿Quiénes son? ¿Qué empuja a familias enteras a arriesgar sus vidas? ¿Qué está ocurriendo en las fronteras?

ÁNGEL CALLEJA

Inerte, tumbado boca abajo, con las ropas empapadas y el rostro sobre la tierra de una playa turca. La imagen del pequeño Aylan Kurdi muerto en la arena de Bodrum (paraíso vacacional para occidentales antes conocida como Halicarnaso, patria de los historiadores clásicos Heródoto y Dionisio) ha sido la última bofetada sobre la conciencia de Europa.

El continente asiste impávido a la peor crisis de desplazados desde la II Guerra Mundial, de acuerdo al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La agencia europea de control Frontex registró en los primeros siete meses de 2015 el ingreso irregular de 340.000 personas a través de todas las rutas y fronteras terrestres y marítimas, más del doble que en el mismo período del año anterior y un 21% más que en todo 2014.

Familias sirias, afganas, kosovares, eritreas, nigerianas o somalíes escapan de la guerra, el terrorismo y la represión. Al menos 2.600 han muerto ahogados o hacinados en barcos intentando cruzar el Mediterráneo en lo que va de año, según la Organización Mundial de las Migraciones (OIM). Ciudadanos de todas las naciones y organismos internacionales miran a los gobiernos europeos, que permanecen bloqueados en una discusión sin fin sobre el reparto de los que huyen. Mientras, miles se agolpan en campamentos improvisados y toman al asalto trenes que les lleven a la prosperidad. ACNUR calcula que el desembarco de foráneos puede alcanzar el millón de personas al acabar el año. De confirmarse, esta cifra apenas constituiría el 0,15% del total de la población que suma la Europa de los 28 (508,19 millones de habitantes).

¿Quiénes son estos expatriados sin rostro? ¿Qué les empuja a arriesgar sus vidas? ¿Qué ocurre en las fronteras? Estas son las respuestas.

Rutas de entrada a la Unión Europea
El origen: vivir o morir.

El mayor flujo de desplazados que llega a las costas europeas proviene de Siria, de acuerdo a las cifras de la Organización Mundial de las Migraciones. Allí, la población es víctima del enfrentamiento entre los partidarios del presidente Bashar al Asad, las tropas rebeldes, grupos yihadistas y el DAESH, las siglas árabes de la formación terrorista conocida como Estado Islámico de Irak y Levante. Hasta 4 millones de personas han tenido que dejar sus hogares. Le sigue Afganistán, donde EE UU ha prolongado la presencia de sus tropas debido a la inestabilidad y a los atentados cometidos por la insurgencia talibán y por el DAESH, que también actúa en la zona.

El tercer país es Eritrea. El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas (CEDAW) denunció en su último informe reclutamientos forzosos, violaciones de los Derechos Humanos y la proliferación de armas entre la población. Amnistía Internacional (AI) la considera una de las naciones más represivas del mundo. A continuación se encuentra Nigeria. Miles de familias abandonan sus casas o se ven desplazadas hacia los vecinos Níger, Chad y Camerún debido a las matanzas ejecutadas por el grupo terrorista islamista Boko Haram.

Al Sabaab, otra milicia de las mismas características, ha provocado 100.000 muertos en el quinto país en importancia, Somalia. Más de 300.000 personas han buscado amparo en Daadab, el mayor campo de refugiados del mundo, situado en Kenia. Human Rights Watch (HRW) advierte de abusos cometidos tanto por los terroristas como por el ejército nacional.

La sexta raíz de este éxodo está en Irak, calificado por la organización Fund For Peace como el duodécimo país menos estable del mundo. A la invasión encabezada por EE UU le han seguido enfrentamientos étnicos, la creación de grupos armados y la implantación del DAESH, que controla parte del territorio.

Pakistán y Sudán cierran la lista. El primero está sacudido por facciones yihadistas, grupos talibanes y violencia sectaria contra minorías étnicas y religiosas. HRW ha denunciado desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, abusos de las fuerzas de seguridad y torturas. El Tribunal Internacional de La Haya busca al presidente de Sudán, Omar Al Bashir, por genocidio. Sudán del Sur, independizado en 2011, vive una guerra constante entre las etnias dinka y nuer. La ONU calcula que existen más de 900.000 desplazados. La situación alimentaria es crítica.

Buscando un destino

Grecia (234.778 entradas en 2015*), Italia (114.276) y España (2.166) capitalizan los desembarcos. Sin embargo, Alemania lideró la recepción de solicitudes entre enero y junio con 171.785 escritos acumulados (el 43%, aceptados en primera instancia), de acuerdo a los datos de la oficina estadística europea Eurostat. El país espera la llegada de 800.000 personas hasta final de año

Hungría, situada en el límite del espacio Schengen de libre circulación, acumula 66.785. Detrás se encuentra Suecia, el país que más peticiones acepta (el 74% de las recibidas), con 28.985. Francia suma 26.555, por las 25.200 de Italia y las 20.645 de Austria. Suiza, Bélgica, Países Bajos y Reino Unido contabilizan 11.875, 11.725, 9.745 y 9.455. Grecia ha registrado 6.240. España cuenta 3.800 y es, además, la que peor responde a las demandas entre las grandes potencias de Europa, con un 20% de comunicados positivos, un porcentaje inferior al 44% de 2014.

Los ciudadanos sirios encabezan las solicitudes desde 2014 (199.960), seguidos de afganos (82.350), eritreos (63.445), iraquíes (42.935), pakistaníes (35.600) y nigerianos (30.825). Destacan, sin embargo, las peticiones de asilo realizadas desde países continentales como Kosovo (101.350), Serbia (48.435), Albania (43.470) y Rusia (28.640), inmersos en distintos conflictos civiles y militares. La agencia europea de control Frontex alerta de que el 80% de todos ellos son potenciales beneficiarios de asilo.

Tocar tierra: los puntos calientes de Europa
¿Qué está haciendo Europa?

La Comisión Europea desbloqueó a finales de agosto 2.400 millones de euros, pero ni es dinero nuevo -estaba presupuestado para el ejercicio 2014/2020- ni tiene como fin exclusivo la ayuda humanitaria. La partida está vinculada al Fondo de Asilo, Inmigración e Integración (AMIF), pero también al Fondo de Seguridad Interior (FSI), que sufraga la gestión de fronteras y la cooperación policial. Italia recibirá 560 millones de euros. Grecia y España podrán contar con 473 y 259 millones, respectivamente.

Los ministros de Justicia y del Interior de la UE se reunieron en junio en Luxemburgo, pero el cónclave acabó sin soluciones. Los jefes de gobierno repitieron encuentro en Viena el 27 de agosto debido a la magnitud de la crisis, con idéntico resultado. La próxima cumbre "urgente" se ha fijado para el 14 de septiembre. Los ejecutivos discuten la implantación de un sistema de acogida de desplazados mediante cuotas, un tipo de distribución que, como ocurre con las limitaciones fronterizas y a la libertad de movimientos impuestas por Hungría, Serbia o Francia, viola la legislación internacional de auxilio.

La Comisión propuso de manera inicial que las distintas naciones se repartiesen 40.000 refugiados en función de distintos criterio. España se responsabilizaría de 5.837 de ellos, pero el Gobierno se negó a pasar de 2.739 hasta que la presión alemana le obligó a rectificar. La Comisión ha elevado su petición de acogida hasta las 160.000 personas. Acnur fija las necesidades inmediatas en 200.000.

El conservador Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, cree que los que huyen deberían quedarse en Turquía, que es un país "seguro", y plantea penas de 5 años de cárcel para quienes crucen sus fronteras sin permiso. Eslovaquia solo quiere refugiados cristianos. Alemania admitirá a todos los ciudadanos sirios se inscriban donde se inscriban, pero la excepción se limita a esta nacionalidad. España pide actuar en los países de origen, a pesar de que es el país desarrollado que menos destina a ayuda al desarrollo (0,15% del PIB en 2014, según la OCDE).

La respuesta social

Pese a los ataques neonazis, el éxodo ha sacado lo mejor de Alemania, donde ONG y particulares participan del movimiento 'Welcome Refugees' para dar alojamiento, ropa e incluso ayuda económica a los recién llegados en las mismas estaciones de tren. Las páginas web fluechtlinge-willkommen.de y wie-kann-ich-helfen.info recopilan información sobre habitaciones y recursos disponibles. En Reino Unido existe una peticion con 207.000 firmas para exigir al gobierno que aumente los recursos.

La solidaridad se extiende por el continente, pero no llega a todos. Los alimentos, la vestimenta y la atención sanitaria que dispensan Acnur, Médicos Sin Fronteras, Unicef o Cruz Roja -entre otras decenas de organizaciones locales y de voluntarios- son insuficientes para combatir la escasez de medios públicos.

En España, las ciudades de Zaragoza, Pamplona, Valencia, Málaga, A Coruña o Éibar respaldan la iniciativa de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de crear una red de municipios de acogida. Madrid ha anunciado una partida de 10 millones de euros para el año que viene.

*Estimaciones de OIM a 31/08/2015 a partir de las cifras recopiladas por la propia organización y por los respectivos gobiernos nacionales.

La odisea de ser asilado

M. MARIÑO

Abdirizak maneja términos que a muchos europeos empiezan a sonarnos ahora. Como "reglamento de Dublin". La cuestionada norma que obliga a los refugiados que llegan a la UE a pedir asilo en el país por el que entran le tocó de lleno hace unos años. Él se encontraba en Holanda después de un difícil viaje desde su país, Somalia, pero el primer Estado del Viejo Continente que pisó fue España. "Tienes que volver, me dijeron", explica. Hoy goza de protección internacional.

Somalia lleva en guerra civil desde 1991. El país, que quedó en manos de milicias radicales islámicas, señores de la guerra y bandas de delincuentes armados, se esfuerza por buscar la estabilidad con ayuda, entre otros organismos, de la Unión Africana y Naciones Unidas. Pero al mismo tiempo se enfrenta a los terroristas de Al-Shabab, aliado de Al Qaeda que quiere instaurar un Estado islámico de corte wahabí, que perpetra continuos atentados y recluta a niños para su causa.

La supervivencia fue el motivo de Abdirizak para huir. Y lo hizo solo. Le llevó "entre tres y cuatro meses" atravesar países como Sudán, Libia y Marruecos para tener la opción de cruzar a Europa. "Fue duro", dice, una odisea que incluyó trayectos a pie y también sobre ruedas, además de un recorrido por el desierto. Aún quedaba, no obstante, el último gran obstáculo: el mar. Se lanzó al agua con casi medio centenar de personas, partieron de Nador y llegaron hasta el Estrecho.

Tuvieron que ser rescatados por Cruz Roja y acabaron en Tarifa. Por el camino, recuerda Abdirizak casi en voz baja, murieron al menos diez "amigos". Desde entonces ha pasado por unos cuantos centros para migrantes en nuestro país, primero como recién llegado y después, tras volver de Holanda, como solicitante de asilo. Lleva tres años en España; el proceso para concederle la Protección Subsidiaria, que incluyó muchos trámites y "una entrevista", duró año y medio.

La Comision de Ayuda al Refugiado (CEAR) lo ayudó, de hecho, ha pasado por uno de sus centros de acogida, situado en Getafe (Madrid); ahora vive en Alcobendas. No se queja del tiempo que tardó España en reconocer su condición -el año pasado, junto a otros 1.198-, al contrario, es consciente de que "hay mucha gente" en la misma situación. Ahora tiene autorización de residencia y trabajo, es libre para moverse, está identificado, puede acceder a la sanidad y la educación, etc.

A sus 33 años está aprendiendo informática y también español -va a clase por las mañanas-, aunque le cuesta expresarse en el nuevo idioma. "Poco a poco", ríe. Su obsesión ahora es "encontrar trabajo, es lo más importante", pero admite que está siendo "muy difícil", que la situación no es buena. Aún no le permiten traer a su familia, es su otro objetivo. No tiene esposa ni hijos, pero sí una madre y una hermana que siguen en Somalia. A más de 6.000 kilómetros.

Alrededor de 1,1 millones de somalíes son desplazados internos y casi 1 millón se encuentran refugiados en los países vecinos. En 2014, se presentaron en la UE un total de 15.322 solicitudes de asilo de somalíes. Es el noveno país con más solicitudes, aunque cayó un 15% desde 2013.

Vacío legal, esperas eternas

Solicitar asilo o refugio -en definitiva, protección- en un país extraño es la última lucha a la que se enfrentan miles de personas que han huído de sus países, perseguidos o como consecuencia de guerras o catástrofes. En España, el proceso tiene bastantes obstáculos, tantos que la concesión (o no) definitiva a una persona del Estatuto de Refugiado o de Protección Subsidiariapuede tardar, dependiendo del caso, años.

"No es infrecuente", explica a 20minutos Marcelo Belgrano, experto del Colegio de Abogados de Madrid. Este organismo, que hace ya 15 años puso en marcha un Turno especializado de abogados en Asilo y Refugio, ha pedido un "esfuerzo" general ante la próxima acogida de refugiados como consecuencia de las cuotas establecidas por la UE. A España le corresponden 14.931; en 2014 se formalizaron 5.952 solicitudes de protección, el 1% de las que se realizaron en la UE.

Las peticiones se realizaron en comisarías, oficinas de Extranjero y de Asilo y Refugio (3.980), en puestos fronterizos como el aeropuerto o Ceuta y Melilla (1.039), en Embajadas (346) y en Centros de Internamiento de Extranjeros, los CIE (587). En el otro lado, las cifras de concesiones: durante el año pasado se concedieron 384 estatutos de refugiado, 1.199 estatutos de protección subsidiaria y dos autorizaciones de residencia por razones humanitarias.

Las solicitudes en frontera y en los CIE son, en principio, más rápidas. En solo siete días, por ejemplo, se pueden denegar, no obstante, siempre hay derecho a un recurso. Si la petición se admite a trámite, el procedimiento de urgencia contempla tres meses hasta una resolución favorable; el ordinario contempla seis.

En España existen cuatro centros de acogida a refugiados (CAR), dos en Madrid (Alcobendas y Vallecas), uno en Sevilla y otro en Mislata (Valencia). Los solicitantes son acogidos durantes seis meses; después, tienen que valerse por sí mismos, tengan respuesta o no. En ocasiones, además, hay migrantes con orden de expulsión pero sin un país al que expulsarlos -nadie se hace cargo, se desconoce su lugar de origen-, por lo que también se les deja en libertad.

Belgrano habla sin ambages de "desamparo", de "vacío legal" y de "disfunciones". No en vano, el Colegio de Abogados recuerda que la Ley de Asilo española aún no tiene un reglamento que la desarrolle, pendiente desde 2009. El pasado mes de marzo, el ministro del Interior inauguró sendas oficinas de asilo en los puestos fronterizos de Ceuta y Melilla, asegurando que en realidad aquellos que entran por esa vía no "tienen derecho a asilo" porque "son inmigrantes económicos".

En cuanto a las solicitudes en territorio nacional, "hay que pedir cita previa" y eso alarga los tiempos; y las comisarías habilitadas, dicen desde el Colegio de Abogados, suelen remitir casi siempre en Madrid a la Oficina de Asilo de la calle Pradillo. Una vez presentada la solicitud, tanto la admisión a trámite como la inadmisión tardan un mes. Después, si hay un sí, vienen los tres (urgente) o seis (ordinario) meses de rigor; y si hay un no por denegación, el recurso.

Preguntado por aquellos casos que suelen demorarse más, Belgrano cita a nacionales de Irak o Ucrania. En 2014, las solicitudes en frontera en España se dispararon un 171% y las de ciudadanos sirios un 133%. Según Eurostat, entre enero y junio de este año se realizaron en nuestro país 3.800 peticiones de protección, pero solo se aceptaron en primera instancia el 20%. El porcentaje de reconocimientos de protección respecto a las resoluciones fue en 2014 del 40%.

El giro de las cuotas

Europa, por su parte, intenta ponerse de acuerdo en su política migratoria en medio de una grave crisis de refugiados. No está siendo fácil. Primero, por la situación humanitaria urgente: más de 360.000 personas han cruzado este año el Mediterráneo, según la OIM. Y segundo, por giros como el de las cuotas.

El Parlamento Europeo aprobó en 2013 un Sistema Común Europeo de Asilo, algo que la UE llevaba rumiando desde 1999. No obstante, aunque puestas las bases, a día de hoy no hay todavía una forma de actuar común y todo acaba recayendo en los Estados, lo que provoca críticas constantes de partidos, Gobiernos, organizaciones y juristas. No hay más que mencionar, por ejemplo, el famoso y muy cuestionado Reglamento de Dublín (hoy Dublín III). El 'quién se ocupa de quién'.

La norma establece que el país por el que entran los refugiados a la Unión Europea es el que debe hacerse cargo de su solicitud de asilo. En los últimos años, y así lo ha dicho el Tribunal de Derechos Humanos, este protocolo ha provocado devoluciones de refugiados a países con graves deficiencias en la práctica a la hora de tramitar las peticiones e incluso con problemas de detenciones "en condiciones degradantes", como es el caso de Grecia, que ha recibido sanciones por ello. Hay más consecuencias, como el miedo de los refugiados a ser identificados -toma de huellas dactilares- durante su huída hacia adelante.

Dublín III "debe ser revisado", ha admitido el comisario de Migración, Dimitris Avramopoulos. ¿Tarde? La canciller Angela Merkel hizo "saltar por los aires" de forma unilateral el reglamento, en palabras de Marcelo Belgrano, anunciando que Alemania no iba a devolver a ningún refugiado. Por eso hay riadas enteras de personas que llevan días atravesando Hungría y Austria con la mirada puesta solo en Berlín.

Hay un elemento más: las cuotas que la Comisión Europea ha decidido establecer para "repartir esfuerzos". Este elemento "es nuevo", apunta Belgrano, recordando que lo que se hacen normalmente son "reasentamientos" de refugiados ya reconocidos como tales. La propuesta de la Comisión Europea (CE) es distribuir 120.000 demandantes de asilo llegados a Hungría, Grecia e Italia entre los 28 Estados miembros. Además, propone tres medidas legislativas y reforzar el papel de la Agencia Europea de Fronteras Exteriores (Frontex) en los procesos de devolución.

Somalí, de 33 años, Abdirizak llegó a España hace tres años y dejó en su país a toda su familia. Cruzó el mar en patera desde Marruecos (FOTO: J. PARÍS) ampliar Abdirizak ha recibido protección internacional subsidiaria y tiene, además de permiso de residencia y de trabajo permanentes, un documento de identidad que lo acredita (FOTO: J. PARÍS) ampliar Abdirizak estudia español e informática en Madrid, ciudad en la que vive. Ha recorrido varios centros de acogida (FOTO: J. PARÍS) ampliar La supervivencia fue el motivo de Abdirizak para huir. Y lo hizo solo Procedimiento de Solicitud de Protección Internacional ver pdf

Glosario para entender la crisis

M. Mariño
C. Gámez

La llegada masiva de refugiados a Europa ha devuelto a los titulares palabras que habíamos olvidado o cuyas implicaciones no conocemos del todo. Este es un repaso a los conceptos básicos para entender de qué estamos hablando cuando hablamos de migraciones.

Volver al infierno sirio

La falta de oportunidades y el desarraigo, más el creciente hermetismo de Jordania, Líbano e Irak están forzando a muchos refugiados sirios a volver al infierno de la guerra

A. Larrañeta

Los esquivos titulares sobre los refugiados sirios andaban estos últimos meses agazapados, al acecho de la sugerente cifra del refugiado número cuatro millones con el que devolver a primera plana el éxodo más masivo de los últimos cuarenta años en el planeta, pero los días y meses previos a tal hazaña, de repente, el contador automático de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados daba pasos hacia adelante y luego, pasos para atrás.

Tic-tac tic-tac... 3.979.125/3.978.687/ 3.982.452... El baile de cifras tiene su explicación en la cartografía humana de sirios como Mahmod o Aisha, que han preferido regresar al infierno de la guerra antes que seguir viviendo en ‘pause’ y sin arraigo en un exilio jordano de caravanas ancladas en pedregosos desiertos. “Desde Jordania, los que regresan son pocos todavía y de un perfil muy determinado”, describe Pablo Tosco, el fotógrafo de la ONG Oxfam Intermón, recién regresado de documentar estos retornos. “Sobre todo se vuelve gente muy joven, que regresa para luchar, o ancianos que no quieren morirse sin volver a ver a los nietos que permanecen dentro del país”, explica. Sin embargo, Acnur ha documentado esta primavera solo en Irak miles de “regresos espontáneos”. Las razones que esgrimen los que se vuelven son “reunificación familiar”, “falta de oportunidades laborales” e “imposibilidad de conseguir hacer frente a los altos costes de vida en el Kurdistán Iraquí”.

Estos desplazamientos a contracorriente, hacia la boca del lobo, evidencian las graves dificultades por las que atraviesan cuatro millones sirios expulsados por el conflicto a los países del entorno (Egipto, Jordania, Irak, Líbano y Turquía). Unas vidas calamitosas y llenas de necesidades que ni las agencias internacionales encargadas de su protección se ven capaces de paliar por su falta de recursos.

La estación de los autobuses del campo de refugiados de Zaatari (Jordania), que cubren la ruta hasta la frontera siria, es un perímetro de valla rectangular y tejado de chapa con un vano abierto al páramo yermo. Mahmod, de 70 años, y su mujer esperan allí la llegada del colectivo que los llevará de regreso a su país tras más de dos años de exilio forzoso. Son de un pueblo de la región fronteriza de Deraa, eminentemente agrícola. En 2013 el conflicto se enquistó en su zona y salieron huyendo. Mahmod enseña en un móvil la devastación que los obuses causaron en su vivienda familiar. El matrimonio tardó tres días en llegar hasta Jordania. El camino de salida lo hicieron a pie y en camionetas. Desde entonces la mujer arrastra una lesión grave en una pierna. Acogidos en el campo de refugiados de Zaatari, después de un tiempo durmiendo en tienda de campaña, terminaron instalados en una caravana de esta ciudad artificial poblada por otros 80.000 refugiados.

Poco tiempo después, al matrimonio se le unió un hijo taxista al que una bomba del régimen hizo saltar el vehículo por los aires. Salvó la vida de milagro, pero necesitó meses de ingreso hospitalario. Los otros dos hijos de Mahmod se quedaron en Siria, donde ahora han decidido volver a encontrarse con ellos. No soportan más su vida en el campo de refugiados, para ellos como una cárcel. En Zaatari todos los días son iguales, se viven en completo aislamiento, siguiendo en la distancia del televisor las noticias de la tierra abandonada sin que a este lado de la frontera se les presenten nuevas oportunidades. “Son conscientes de que vuelven al infierno de una guerra, pero es que prefieren morir en Siria porque para ellos esto no es vida”, explica Pablo Tosco, el fotógrafo de Oxfam que conoció a la familia unos días antes de emprender viaje de regreso. “Extrañan su vida anterior, no desean continuar en este no lugar sin identidad que no les pertenece, en una situación precaria y sin un futuro cierto”. El hijo taxista se queda en Zaatari. “Sufrió mucho y quiere dar seguridad a su hijo”, según Tosco.

En la región fronteriza de Deraa han disminuido las hostilidades últimamente. La zona ha sido recuperada por el Ejército de Liberación Sirio. Ahora los enfrentamientos más tenaces se libran en las fronteras con Líbano o Turquía. Pero a nadie se le escapa que éste es un conflicto complejo, con muchos actores implicados, y entrados en el quinto año de guerra volver sigue siendo sinónimo de “suicidio”, aseguran los que conocen el terreno.

Cuando Mahmod llegue a su pueblo no sabe exactamente qué es lo que se va a encontrar. El suyo es un barrio arrasado por las bombas. Si casi cuatro millones de sirios han salido del país, unos 300.000 han muerto en la guerra. Con los miles de desplazamientos internos que se producen a diario, es dudoso ya que este hombre vaya a reunirse con muchos conocidos.

En la misma estación de autobuses en la que espera Mahmod está Aisha, una anciana que supera los 80 años. Aisha también ha tomado la decisión de regresar a casa. Viaja a Siria a vivir con sus hijos en una villa agrícola de Deraa. Llegó a Jordania porque era diabética y no podían tratarla en los hospitales de su país, desbordados por las urgencias y asediados por los enfrentamientos. Ha pasado en Zaatari tres inviernos y dos veranos. Sola e incapacitada. Dice que prefiere morir en compañía de su familia, antes que hacerlo en este desolador desierto en el que deja perder su mirada a través de la ventanilla del bus.

En la ruta a la frontera les acompañan varios jóvenes varones sirios. Son bastante más reacios a detallar las motivaciones de su viaje. Son combatientes que vuelven a la lucha después de visitar a sus familiares. No hablan por temor a los servicios secretos sirios, muy activos en las áreas de frontera.

La ola migratoria ha desbordado a los países limítrofes. 3,9 millones de sirios son muchas necesidades que atender. Los Gobiernos de Líbano y Jordania practican el hermetismo en las fronteras, en sus mercados laborales internos, en el acceso a las ayudas sociales o a la educación de los niños.

Solamente en Turquía Acnur contabiliza 1,8 millones de sirios refugiados. En Líbano suman casi 1,2 millones, y son ya más de una cuarta parte del total de la población de este pequeño país. En Jordania hay más de 630.000, según cuentas oficiales, y en el Kurdistán iraquí, más de 250.000. El conflicto no tiene visos de una pronta solución. Los países del entorno se cansan de ejercer de colchón. No están dispuestos a asumir solos la inmensa carga.

A la falta de un plan de arraigo y la escasez de recursos económicos de las agencias internacionales -que han tenido que recortar hasta la inversión en cupones de alimentos- se añade el fin de las reservas que los propios refugiados pudieron sacar de su país. La necesidad es precisamente la que ha abierto esta nueva migración a contracorriente de los desplazamientos forzosos. Una ruta por etapas: de las urbes a los campamentos internacionales, de los campamentos al infierno de la guerra.

*Acnur ha anunciado que se ha superado la terrible cifra de los cuatro millones de refugiados sirios (9 de julio de 2015).

Mahmod llegó al campo de refugiados de Za’atari, Jordania en Marzo de 2013. Junto a su familia se instaló en una tienda de campaña y vivió de manera precaria durante unos meses hasta que pudo acceder a una caravana ampliar Puerta de salida y embarque al bus en el que decenas de personas refugiadas abandonan diariamente el campo de refugiados de Za’atari en Jordania para regresar a Siria. Estas personas abandonan el campo por falta de trabajo y medios para sobrevivir y sumado a la vida en régimen de encierro ampliar Aisha llegó sola al campo de refugiados de Za’atari en agosto de 2013. Se instaló en una tienda de campaña y vivió de manera precaria durante todos estos años. Huyó de Siria por los combates y por su enfermedad por la que no podía ser atendida. Ahora regresa a Siria a encontrarse con su familia ampliar Extrañan su vida anterior, no desean continuar en este lugar sin identidad que no les pertenece, es una situación precaria y sin un futuro cierto.



El Mediterráneo, el eje del éxodo sirio

Carlos Gámez

Desde que en el año 2011 comenzó la Guerra Civil siria ya han salido del país casi cuatro millones de personas huyendo de la guerra, como refugiados. Las hostilidades internas han abierto seis rutas principales hacia los países limítrofes y Europa.

SUDÁN DEL SUR, SIN AGUA EN TIEMPOS DEL CÓLERA

A.L.

En el más reciente, y todavía activo, brote de cólera en Sudán del Sur han fallecido ya 43 personas, incluyendo varios niños menores de cinco años, y más de 1.500 están afectadas por este mortífera enfermedad. Miles más están bajo la amenaza de contagio. La causa, que solo el 55% de la población de un país de 11 millones de personas tiene acceso a agua limpia y pura para beber debido al incremento de los precios de este bien líquido necesario.

El cólera es una infección intestinal que se coge por beber agua y comer alimentos contaminados. Puede matar en unas cuantas horas. Pero es prevenible y evitable. Asegurando agua pura y comida bien cocinada se puede conseguir salvar vidas. El agua limpia y unos sencillos, pero adecuados, hábitos de higiene son la única solución.

Los más afectados por el actual brote de cólera, un mal endémico en el país, son las personas que viven en las ciudades, atestigua la organización Intermón Oxfam. Los barrios más empobrecidos son los que ahora mismo no pueden costearse el agua, porque deben pagar más del doble que hace unos meses. Con lo que eso conlleva: un consumo de agua de baja calidad sin tratar, una auténtica mecha propagadora de enfermedades como el cólera.

El agua se encarece en Sudán del Sur debido a la guerra que sufre el país más joven del mundo. Independiente desde hace cinco años, efeméride que se cumplió a principios de julio. Independiente o no, una generación entera del país no conoce otra cosa que el conflicto, vigente desde hace treinta años. Primero con su vecino del norte, después entre grupos, de manera interna. Una de las consecuencias de su eterna economía de guerra del Gobierno son unos presupuestos deficitarios que no dan ni para garantizar el agua potable.

Porque cuando falta dinero hasta para poner comida sobre la mesa pensar en agua de calidad es una entelequia, es decir una situación perfecta que solo existe en la imaginación. Oxfam Intermón lleva tiempo demandando a las autoridades nacionales que prioricen la situación de la población falta de servicios esenciales como el del agua, principal transportadora de enfermedades que podrían estar erradicadas.

Los precios del agua en Sudán del Sur se han doblado este año, las familias tienen que invertir el 15% de sus ingresos para comprar 30 litros de agua diarios. Como consecuencia, la mayor parte del agua no está pasando los filtros de calidad. El incremento del precio se produce por el mayor coste del petróleo, que encarece el transporte y por tanto los precios finales de un bien esencial. Los que viven más alejados de los manantiales y de las estaciones donde se vende el agua potable son los más perjudicados.

En la capital, tan solo el 13% de los residentes tienen acceso a agua municipal. La mayoría se ve abocada a comprar agua cara de baja calidad en alguno de los 300 camiones de reparto que diariamente se establecen en la ciudad. Los empresarios, además de subir los precios del agua, también traen menos cantidad. Las embotelladoras ahora producen un 10% menos.

Si la crisis económica continúa, explica Oxfam, el grifo se cerrará y surgirá un nuevo peligro, el agua de contrabando, reduciendo su calidad e incrementando los precios todavía más. Así se extenderá también el riesgo de enfermar de cólera.

La guerra asola el país. Sudán del Sur afronta una grave crisis a causa de la violencia que se desató en diciembre de 2013 entre las fuerzas leales al presidente Salva Kiir, y los combatientes aliados al ex vicepresidente Riek Machar. Dos millones de personas continúan desplazadas a la fuerza, 600.000 de ellos en países vecinos, como refugiados. Casi 400.000 niños han tenido que dejar de ir a la escuela por los combates. La guerra se ha metido en las casas, en las aulas y en los recreos.

Y si la situación podía empeorar lo hizo a final de julio, cuando se calcula que la inseguridad alimentaria y el riesgo de hambruna afectan al 40% de la población.

El campo de desplazados de Mingkaman, en la región de Awerial, se ha convertido en refugio de la violencia para casi 100.000 personas, principalmente de la etnia dinka, hombres, mujeres y niños que huyeron de los enfrentamientos violentos en el estado de Jonglei, principalmente de la ciudad de Bor. Las personas que llegan necesitan agua, comida y un techo dónde refugiarse. El acceso al agua potable es esencial para la supervivencia en una situación de emergencia. Beber, cocinar y lavarse con agua segura es una prioridad ahora mismo también en los campos de desplazados del país.

Tambien en el recinto que Naciones Unidas tiene en Juba, conocido como UN House (Casa de la ONU), viven hacinadas casi 20.000 personas, principalmente de la etnia nuer. Llegaron huyendo de la violencia que estalló el pasado mes de diciembre. Muchos otros civiles se trasladaron desde el campamento de Tomping, en Juba, al UN House con el propósito de buscar refugio debido a las condiciones cada vez peores en ese lugar. Varias organizaciones trabajan para proporcionarles agua y saneamiento.

“El Gobierno tiene que cerrar el círculo de la miseria”, reclaman en Oxfam, “como cualquier ser humano, las gentes de Sudán del Sur se merecen protección y servicios básicos”. Uno de ellos es, sin duda, el agua limpia.

Un conflicto silencioso en el corazón de África

A. Larrañeta

En el corazón del continente africano hay un país, República Centroafricana, que sigue partido en dos y vuelto del revés tras el pulso sangriento entre una milicia revanchista cristiana y una guerrilla musulmana. Los sucesivos episodios de violencia desmedida –a golpe de machete, balas, secuestros de niños y violaciones- protagonizados por ‘anti balakas’ y ‘selekas’ han dejado una grave cicatriz de incontables pueblos arrasados. Debilitado el eco internacional de las masacres de finales de 2013, República Centroafricana sufre ahora como estado fantasma de miseria e inestabilidad. Con dos de cada diez habitantes (de una población de 4,7 millones) desplazados a la fuerza. La mitad, refugiados fuera del país.

Solo en Bangui, la capital, siguen en pie 33 refugios temporales, levantados ex profeso para cobijar a los desplazados de un conflicto atroz que inundó las cunetas de cadáveres mutilados. Algunos de estos campamentos son pequeños, pero en otros se hacinan aun miles de personas. Ferran Puig es el director de la ONG Oxfam Intermón en la zona y explica que “la mayoría de personas continúan desplazadas tanto tiempo después porque o se han quedado sin casa o sus barrios o pueblos siguen siendo inseguros”.

Como viene ocurriendo en el drama de los refugiados, dos tercios de quienes habitan estos campamentos de transición son mujeres y niños. “Cuando la última situación explotó, a finales de 2013, hubo mucha gente que iba en turba por las casas y asesinaba a los hombres y violaba a las mujeres. Estas mujeres fueron a buscar refugio en los campamentos de desplazados, repudiadas por las familias políticas”, explica Puig.

El día a día intenta imponerse en campos como el de Mpoko, ubicado en el aeropuerto de Bangui y que llegó a albergar a 100.000 personas. Hoy viven en él 18.000 residentes. “Gentes cuya cotidianeidad consiste en ir y venir de la ciudad al campamento para buscar algo de trabajo, en el caso de ellos, mientras ellas se quedan cocinando o sacando adelante algún pequeño negocio surgido de la necesidad del campamento”.

Malamokoyen y sus hijas llevan dos años viviendo así, en una solución habitacional de emergencia. Dos veranos y dos inviernos al abrigo de lonas de plástico, padeciendo los rigores de la menguante ayuda económica internacional. “El presupuesto que pedimos a las Naciones Unidas para las necesidades básicas no termina de llegar. Solo se cubre el 25%. Faltan donaciones”, explica Puig. La solidaridad con la RCA tirita a la sombra de conflictos en la zona bastante más mediáticos, como los de Chad o Sudán. Si a la falta de dinero para misiones sumas la inestabilidad, que los asaltantes de caminos siguen en pie de guerra, el resultado es que tan solo unas pocas organizaciones internacionales mantienen efectivos en el país.

Bria es la capital provincial de una zona céntrica del país tomada por la guerrilla musulmana de los Selekas. Uno de los municipios que más se tiñeron de sangre. En plena vorágine del machete, la mayoría de los habitantes escapó ocultándose en los bosques, comiendo lo que encontraban hasta que cesaron los combates. Wapi Nimayiri fue una de ellas. A su regreso se encontró su vivienda saqueada y en los pozos de agua, cuerpos sin vida de las personas de su comunidad. Poco tiempo después, a Bria llegó una oleada de 8.000 nuevos vecinos, personas que huían de los sectores más peligrosos de la capital. Barrios en los que todavía no se puede poner un pie y sentirse seguro. Estos nuevos habitantes se mezclaron con familias de acogida.

Uno de cada cuatro nuevos habitantes de Bria es un desplazado. Allí las ONG como Oxfam han ayudado a la comunidad a rehabilitar pozos para tener agua potable y han colaborado en el desarrollo agrícola. El campo se ha convertido en su principal recurso económico, en un municipio que hasta el conflicto vivía de las minas de diamantes. Pero, un embargo internacional cerró al comercio estas gemas, precisamente para que la zona no siguiera siendo pasto de las guerrillas. Ahora tan solo salen diamantes de Bria de extraperlo y por eso el negocio ha caído radicalmente. Si el kilate se pagaba a 250 dólares, hoy no vale más de 50.

Las brigadas de seguridad de la ONU, la Minusca, tienen desplegados miles de efectivos por todo el país. Han apaciguado a las guerrillas, pero han añadido desdicha por las reiteradas denuncias de abusos sexuales infantiles en la capital por parte de estos soldados de la paz.

En Bangui la sensación que ser respira es de una calma incierta, dicen los que viven allí. El gobierno de transición presidido por una mujer, Catherine Samba Panza, ultima los preparativos de unas elecciones democráticas para este otoño. La situación política se abre paso, pero la estabilidad sigue siendo más quimera que realidad. “Cada mañana hacemos una reunión de seguridad en Oxfam”, explica Puig, “La transición política ha dejado de lado a los golpistas. En cualquier momento podrían hacer descarrilar el proceso”, teme el delegado de la ONG en el país.

Un atisbo de esperanza es que la población de República Centroafricana está cansada de guerras. Esta primavera, el país celebro un primer foro de debate sobre el futuro de la nación con representantes de las milicias, de los partidos políticos y de la sociedad civil. Los debates fueron retransmitidos íntegros por la radio en directo, con gran éxito de audiencia. “Fue un caso remarcable de diálogo nacional que ha dado aliento a la población”, señala Puig.

Sin embargo, la situación sigue siendo desoladora y volátil. La violencia ha remitido, pero más de la mitad de la población necesita ayuda. Casi el 90% tienen una sola comida al día. La asistencia humanitaria sigue llegando a cuenta gotas a una población expuesta, entre otras enfermedades, a la malaria.

Una crisis sin precedentes

Han tenido que abandonar su casa, dejando todas sus pertenencias atrás, con lo puesto, en busca de un lugar más seguro. Son en su mayoría mujeres y niños, pero también hombres a los que las guerras, la persecución por raza, religión o minoría social y los desastres naturales han convertido en desplazados a la fuerza. Forman la llamada “nación de los invisibles”, que supera los 59,5 millones de personas en el mundo. Una cifra sin precedentes. ¿Y si tú fueras uno de ellos?

A. Larrañeta

Imagina que escuchas explosiones fuertes. Son bombas de mortero y proyectiles de obús cayendo muy cerca. Retumban las paredes de la casa. Un estallido hace añicos los cristales de la habitación que os cobija, a vosotros, un matrimonio con dos hijos. El pequeño, un bebé de meses, llora y sangra cerca del oído. Con una camiseta por vendaje y los niños en brazos, escapáis escaleras abajo, calle arriba. Con lo puesto, sigilosamente, sin mirar atrás, donde un grupo de hombres armados entra en tromba en un portal. Esquivando cascotes, con un mutismo extraño en medio del horror, os alejáis huyendo sin descanso hacia un lugar llamado supervivencia.

Por una situación semejante pasan cada día miles de familias en el mundo. El drama de los desplazados a la fuerza -hombres, mujeres y niños obligados a huir como consecuencia de los conflictos armados, la violación de los derechos humanos, el desgobierno o los desastres naturales- es hoy más acuciante que nunca. A finales de 2014 ya eran 59,5 millones de personas desplazadas (fuente ACNUR). Si formaran una sola nación, “el país de los invisibles”, ésta sería la 26 más grande del mundo, asegura Oxfam.

Cien años después de que el mundo occidental asistiera a las primeras avalanchas de refugiados en Europa –en los Balcanes, con la revolución rusa y tras las dos guerras mundiales- el tablero internacional ha cambiado radicalmente. El escenario está marcado por una violencia indiscriminada, impredecible y compleja, especialmente en Asia y África. Conflictos enquistados y matanzas atroces que obligan a millones de personas a dejar su hogar de forma involuntaria, crucen o no fronteras internacionales, con sus vidas amenazadas por motivos de raza, religión, nacionalidad, minoría social o política, ante sequías, hambrunas u otras catástrofes.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) fue creado tras la II Guerra Mundial (1950) para resolver el problema de 1,2 millones de europeos sin hogar. Su mandato debía durar tres años. Lejos de disolverse, 65 años después, tiene bajo su paraguas el mayor número de ciudadanos desplazados de la historia y el reto añadido de proteger sus vidas en las nuevas geografías diversas que dibujan sus estampidas.

La crisis de los desplazados en pleno año 2015 supera incluso la vivida en los años noventa del siglo XX, cuando la Guerra de Bosnia y el genocidio de Ruanda, denuncian las agencias internacionales. El año pasado la ONU destacó tres crisis humanitarias de primer orden. A la cabeza está Siria, donde una intricada guerra civil de cuatro años, en la que participan el Gobierno y diversos grupos armados, ha asolado ciudades enteras, dejando sin casa a más de 10 millones de habitantes; Le sigue República Centroafricana, con el 10% de la población en el exilio y sumida en enfrentamientos armados entre milicias y grupos de autodefensa que arrasan poblados a fuego y machete. El tercer escenario es la persecución interétnica en el empobrecido Sudán del Sur, un país en deterioro constante. Sin embargo, tampoco se pueden obviar las tensiones en Afganistán e Irak, que no dan tregua a miles de civiles, o los conflictos en Ucrania y Colombia (con 5 millones de desplazados) o Myanmar.

Imagina que escapaste de esas bombas y de los hombres de los subfusiles. Tras muchas horas caminando, os guarecéis en una infravivienda ruinosa en la periferia de una ciudad. Lleváis al bebé al hospital, a que le cierren la herida de la sien. Pasáis frío y hambre. Desprotegidos, sin poder pedir ayuda a nadie, que un bloqueo impide establecer corredores de evacuación a las agencias humanitarias. “La amenaza no termina con la huida”, advierten en Oxfam, donde están acostumbrados a trabajar sobre el terreno: “Los desplazados afrontan una combinación de inseguridad crónica, condiciones de vida infrahumanas y falta de medidas de protección”.

La inmensa mayoría de las migraciones por la fuerza se producen en países del sur global. Hay cuatro grupos de desplazados forzosos. El más numeroso es el de los “desplazados internos”, los que han tenido que dejar sus casas sin salir del país. ACNUR tiene contabilizados a 38,2 millones de personas en esta situación. En segundo lugar están los “refugiados”, aquellos que salen en busca de un lugar seguro a los países vecinos, y que suman alrededor de 19,5 millones de personas. A mucha distancia queda el contingente de “peticionarios de asilo”, los que emprenden tránsito hacia el norte global (Europa, EE UU o Australia). En torno a 1,8 millones de seres humanos que atraviesan varias fronteras y en su arriesgada travesía son a menudo víctimas de las mafias de la inmigración y hasta perecen en el intento. Más de 1.700 de ellos cada año mueren, sin ir más lejos, en el Mediterráneo. El cuarto grupo serían los desplazados retornados que siguen sin poder rehacer sus vidas.

Las agencias internacionales advierten, además, de que son muchos más los desplazados no censados, los invisibles de entre los invisibles.

Los países que acogen a un mayor número de refugiados están situados también en el sur global. Son las naciones fronterizas con los conflictos, países en vías de desarrollo y con una gran inestabilidad interna. Como Líbano y Jordania, absolutamente desbordados por la diáspora siria, con 1,17 millones y 654.000 refugiados respectivamente. Y Turquía (1,6 millones). O Pakistán, que aloja a más de 1,51 millones de afganos. Mientras, ni la UE ni EE UU asumen siquiera la “cuota justa de reasentamiento” que reclaman las ONG y que darían una oportunidad al menos a un pequeño porcentaje de los refugiados más vulnerables. España, por poner un ejemplo, ha acogido a menos refugiados en un año que Líbano o Jordania en un solo día.

Imagina que los vecinos de la ciudad os descubren en el hospital. Ellos querrían ayudaros, pero les puede el miedo a que vuestra presencia atraiga el conflicto. Os obligan a marchar. Con ampollas en los pies, un hatillo con víveres donados, y los niños a la espalda, toca volver a emprender camino en busca de un lugar seguro.

Los flujos de los desplazados han dejado de ser mayoritariamente lineales, en masa, de larga distancia y transfronterizos. Los movimientos de quienes se sienten amenazados son mucho más cortos, a veces circulares, de ida y de vuelta y mayoritariamente urbanos. Naciones Unidas sigue levantando campamentos para refugiados en entornos rurales, asentamientos con vocación temporal que terminan perdurando varias décadas. Sin embargo últimamente se imponen las diásporas dispersas, autónomas y urbanas, un verdadero nuevo desafío para gobiernos, agencias internaciones y ONG que prestan apoyo a los desplazados.

ACNUR cada año ha ido abriendo más campamentos de refugiados, 345 había operativos en 2014. Allí piden protección a diario miles de personas, principalmente mujeres y niños (75%). Llegan aterrorizados, habiendo perdido en el camino a familiares y desfallecidos por atravesar desiertos, bosques o ríos. Dejan atrás sus vidas enteras, su casa, la escuela, el trabajo y a buena parte de la familia. Y se refugian en microciudades, tan austeras como superpobladas. Como Dadaab, en Kenia, el mayor campo de refugiados del mundo, fundado hace 23 años para albergar a 90.000 desplazados de la guerra civil somalí, que alberga a más de 336.719 personas. Enfrentando segundas y hasta terceras generaciones de refugiados. O como el campo de Al Za’atari, en Jordania, el segundo más grande del mundo, donde 84.000 sirios intentan sobreponerse al horror de la guerra, en medio del desierto, y sobrevivir, con escasez de agua y alimentos, al invierno más riguroso que se recuerda en prefabricados.

Ahora Imagina que sigues caminando con tu familia a cuestas, buscando ese lugar llamado supervivencia. Ya sois ciudadanos de pleno derecho de esa nación de invisibles. El conflicto que os expulsó no parece tener un final cercano, aumenta la desgobernanza en la zona, el terrorismo, la venta de armas, el norte cierra las puertas del asilo y cada vez hay más desplazados vinculados al cambio climático. El desafío, en efecto, es histórico.

Campo de desplazados de Bab El Salamah en la frontera con Turquía. (c) Pablo Tosco ampliar Varios jóvenes sirios aprovechan al máximo las condiciones de invierno en un asentamiento de tiendas de campaña en el valle Bekaa. Para muchos niños siriosque viven aquí, la nieve ofrece una distracción bienvenida de la monótona rutina de la vida del refugiado. (ACNUR | A. McConnell) ampliar Un miembro de ACNUR ayuda a algunos de los desplazados internos iraquíes después de su llegada al puesto de control de Khazair, en Mosul, donde buscan el permiso para viajar a Erbil. (ACNUR | R. Nuri) ampliar Los rostros de los refugiados urbanos en Jordania. Ahmed perdió su brazo izquierdo inferior después de ser baleado. Huyó a Amman con su familia, entre ellos dos niños. Un tercer hijo nació en Jordania. En Siria, era propietario y disfrutaba de una vida cómoda en un gran apartamento. Su vida en el sexto piso es un cambio dramático. (ACNUR / B. Sokol) ampliar La crisis de los desplazados en la actualidad supera incluso la vivida en los años noventa, cuando la Guerra de Bosnia y el genocidio de Ruanda. ampliar ampliar ampliar

Así es un campo de refugiados

Carlos Gámez

Situado en Jordania (Mafraq) y levantado en julio de 2012, el campo de refugiados Al Za’atari es el segundo campo de refugiados más grande del mundo y ha sufrido un crecimiento exponencial en los últimos 24 meses. Tiene una extensión de 3,5 kilómetros cuadrados y ha ido creciendo y organizándose hasta convertirse en una pequeña gran ciudad. La mayoría de los refugiados, que huyeron de la guerra en Siria y procede de la gobernación de Dara’a, viven ahora en tiendas de lona o casas de metal. Su radiografía visual nos sirve para conocer algo más la realidad de sus habitantes y su funcionamiento.






Los campamentos en cifras

Carlos Gámez

Una radiografía numérica con algunos de los datos más representativos que describen a fondo la realidad que viven tanto los refugiados en el mundo como las organizaciones que trabajan para ayudar.





El estatus de refugiado

A. Herrera

Hay consenso en que los conflictos actuales desbordan la definición de las Naciones Unidas del refugiado (1951). Las agencias internacionales y las ONG trabajan en la protección de cuatro distintos grupos de desplazados forzosos: los internos, que dejan su casa pero no su país (IDP, en sus siglas en inglés), los refugiados en países vecinos, los solicitantes de asilo en países del norte global, así como a los retornados recientes. A continuación, desglosamos ocho causas que pueden provocar un desplazamiento por la fuerza.
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Persecuciones

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) garantiza protección internacional a los desplazados internos o refugiados siempre que sufran persecuciones por raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, por opiniones políticas concretas, motivos de género u orientación sexual.

Sometimiento

Se protegerá en el caso de sufrir sometimiento o presiones dentro o fuera de su país natal, o en el caso de carecer de la nacionalidad. También, si hallándose fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, como consecuencia de tales acontecimientos o temores, no puede o no quiere regresar a dicho país por situaciones de violencia generalizada o de violaciones de los derechos humanos. Por ejemplo, el terrorismo se ha cobrado ya 2,6 millones de desplazados en Irak. En América Central, El Salvador, Guatemala, Honduras, Colombia y México también son puntos necesitados.

Masacres étnicas

La expulsión de un territorio de una población "indeseable", basada en discriminación religiosa, política o étnica. La actividad terrorista de Boko Haram en Nigeria, las matanzas en la región occidental de Darfur a manos del gobierno sudanés, las persecuciones de albinos en Tanzania por simple superstición o la masacre de los tutsis en Ruanda en los 90 son ejemplos de las brutales persecuciones étnicas padecidas por diferentes poblaciones a lo largo de los últimos 20 años.

Guerras

Los conflictos armados suponen la principal causa de refugiados y desplazados internos. De los más de 51 millones de ‘invisibles’ desplazados en todo el mundo, una quinta parte son de origen sirio a consecuencia de la guerra civil que asola el país desde 2011. En el conflicto bélico de Ucrania, ACNUR calcula que el número de desplazados internos alcanza ya a un millón de personas.

Desastres medioambientales

En muchos casos, el desplazamiento se produce cuando personas o grupos de personas se han visto forzadas a escapar de su hogar o de su lugar de residencia habitual para evitar los efectos de las catástrofes naturales o provocadas por el ser humano. El cambio climático es uno de los principales retos a los que se enfrentará el planeta e incentivará la migración, el desplazamiento y la reubicación planificada para poner a salvo a las poblaciones.

Catástrofes meteorológicas

El terremoto en Haití de 2010, por ejemplo, provocó la migración forzosa de más de 300.000 personas, que se asentaron en campamentos y asentamientos diseminados alrededor de las zonas afectadas. En Filipinas, en 2013, el tifón Haiyán afectó a 9,5 millones de personas.

Hambruna

La falta de recursos alimentarios es una de las principales causas de movilidad en el mundo. En muchas ocasiones, esa carencia o la racionalización de alimentos se produce en algunas localizaciones a consecuencia de la acción directa de grupos determinados de personas o mafias que ejercen un sometimiento directo sobre una población de manera prolongada.

Sequía

El acceso a agua potable es un drama. El avance de la desertización en zonas como Namibia, la utilización de aguas contaminadas en Mali o el incesante intento de control acuífero del río Zambeze y su sobrexplotación en el sur de África, por ejemplo, complica la obtención y suministro del recurso básico por antonomasia. La supervivencia de millones de habitantes depende del agua.

En imágenes

‘Ciudades’ grandes y pequeñas que se levantan a lo largo y ancho del planeta y que no son reconocidas específicamente como tal. En algunos casos, macrociudades. Aquí una pequeña muestra de cómo sobreviven los millones de personas huidas que configuran los campos de refugiados y desplazados. Personas con pasado y con un incierto presente y futuro.

Cuando no hay ni campo

La atención de los desplazados forzosos en el medio urbano, fuera de los campos de refugiados, es uno de los grandes desafíos de este siglo, que exige nuevas estrategias de intervención a las organizaciones internacionales y las ONG que tienen encomendada su protección.

A. Larrañeta

ACNUR abrió en enero las puertas de un nuevo campamento de refugiados en la frontera turco-siria. Con capacidad para 35.000 personas, el de Suruc es el mayor de los asentamientos temporales del país y se alza en una zona por la que este invierno han cruzado más de 200.000 sirios escapando de los enfrentamientos entre las milicias del Estado Islámico y los kurdos en Kobani. Sin embargo, el campamento está prácticamente vacío. Su censo ronda los 5.000 residentes. Muy pocos, si se tiene en cuenta que hay millón y medio de sirios refugiados en Turquía, la mayoría instalados en barrios de las afueras de pueblos y ciudades, entremezclados con población local.

Naciones Unidas calcula que más del 50% de los desplazados por la fuerza buscan reasentamiento en el entorno urbano. El rápido aumento de la diáspora urbana de los desplazados constituye uno de los mayores desafíos para gobiernos, agencias internacionales y ONG implicadas en su protección.

Las autoridades turcas, con el fin de promocionar Suruc, han movilizado a los líderes sirios en el exilio y han editado folletos a todo color del campamento. Pero siguen sin llegar los refugiados. Layla, una mujer siria de 22 años que malvive en una desvencijada tienda de campaña en una fangosa colina cercana dice que no tiene intención de mudarse al campo: "Sé que aquello está mejor preparado, pero hay demasiada gente”, se excusa.

“La vida en un campamento es dura. Sin atenuantes. Se vive en condiciones muy básicas, compartiendo letrina con 200 personas, haciendo cola para todo, mendigando comida…”, describe Pablo Tosco, quien lleva diez años documentando la vida de los refugiados para la organización Oxfam Inermón. “Es una situación muy dura de afrontar, sobre todo para esta gente que en su país, Siria, vivía en condiciones comparables a las de la clase media occidental, con su trabajo, su piso con su baño particular”.

Pero no estamos ante un fenómeno exclusivamente sirio. Los iraquíes también se instalan en barrios circundantes a Beirut, Aman o Damasco. Y miles de afganos lo hacen en zonas periféricas de las ciudades de Pakistán.

Pablo Tosco explica que los refugiados proceden cada vez más de un entorno urbano y buscan reasentamientos similares. “Los afganos que huyen a Pakistán salieron de Kabul, los iraquíes vienen de Mosul o Bagdad. Pueden ir a un campo de refugiados en primera instancia, pero no es a lo que están acostumbrados”.

En las ciudades, mezclados con la población local, los refugiados buscan más oportunidades económicas que las disponibles en los campamentos, servicios externos e incluso formas de interconexión con sus comunidades de origen.

El fenómeno de los “deslocalizados urbanos”, como se les conoce, plantea a las agencias internacionales grandes dificultades “a la hora de responder al mandato de su protección", según reconocen en la dirección general de ayuda humanitaria de la Comisión Europea (ECHO) o en Acnur. “Los nuevos refugiados son mucho más anónimos, más invisibles y su asistencia resulta mucho más costosa”.

Pablo Tosco ha visitado numerosos asentamientos informales de los sirios en Jordania y en Líbano. El 80% de los sirios refugiados en ambas naciones limítrofes no viven en campos de refugiados, sino en poblados chabolistas, en garajes, locales, centros comerciales abandonados o edificios a medio construir. Sin servicios básicos, como agua corriente o luz, y con graves carencias de tipo sanitario.

“Todos coinciden en que pensaron que su huida sería por unas semanas, que se han hecho meses y hasta años”, explica Tosco.

La vida del refugiado urbano en estos países con coyunturas poco estables dista de ser fácil. Indocumentados, sufren con más frecuencia problemas laborales, sanitarios y legales. Está comprobado que son más vulnerables al acoso, la detención y la expulsión. Y que padecen más violencia intrafamiliar, explotación infantil, prostitución o matrimonios forzosos.

El desafío de prestarles el auxilio exige que las agencias internacionales estrategias de intervención innovadoras.

“La distribución de comida en aquellos lugares donde la población está tan esparcida es costosísima”, reconoce Pablo Tosco, de Oxfam Intermón. “Por eso cada vez se apuesta más por la distribución de ayudas económicas a las familias más vulnerables, que además reactivan el mercado económico local”. Es el objetivo que persigue la ayuda ‘Dinero por Trabajo’ que la ONG experimentó tras el terremoto de Haití (2010) y utiliza en la atención a la población siria en Líbano, garantizando un jornal a cambio de una labor comunitaria.

La Comisión Europea está trabajando en ampliar la dispensación de “bonos que permiten una economía más independiente de estos refugiados, que pueden elegir si pagan con ellos el alquiler, combustible o comida”, señalan. También ACNUR desarrolla las nuevas tecnologías que permiten ayudar en la distancia. “Por ejemplo para enviar a un refugiado en una zona remota del Chad dinero o bonos de ayuda para comprar víveres de primera necesidad en los comercios locales”, explican.

La asistencia dentro de los propios países en los que se producen encarnizados combates supone otro gran reto a las agencias. Solamente en Siria una comunidad de 4,8 millones de ciudadanos está sitiada por grupos armados, diversos y cambiantes. Las ONG lo tienen complicado llegar hasta ellos sin traicionar su debida independencia e imparcialidad. Y sin sufrir riesgos. 2014 se cerró con la cifra más alta de víctimas mortales entre los trabajadores humanitarios. Una fórmula que están probando ahora es el despliegue de los equipos rápidos: “grupos pequeños, de una decena de expertos, que se desplazan con todo lo necesario para registrar las necesidades de la población y llevar kits de emergencia".

Aunque la dispersión de los refugiados urbanos va a más, esta tendencia no ha supuesto la disminución del número de desplazados que buscan protección en los campamentos fronterizos y en las bases bajo mandato internacional. Ocurre en Sudán del Sur, donde miles de familias temerosas de ser asesinadas por la etnia rival en el Gobierno están refugiándose dentro de las alambradas de la base de Naciones Unidas en la ciudad de Juba. Para ellos el confinamiento es la única opción de seguir vivos.

El drama del éxodo sitio. (Pablo Tosco / Oxfam Intermón) ver vídeo El 80% de los refugiados y refugiadas de Siria no está en los campos, sino en barrios donde han llegado en busca del apoyo de familiares o amigos, en edificios abandonados y en campamentos improvisados a las afueras de las ciudades (como el de la imagen) a las afueras de Trípoli, a unos 80 kilómetros de Beirut. Allí, el reparto de ayuda humanitaria se hace aún más complicado ya que el aprovisionamiento de agua y alimentos, así como las condiciones higiénicas y sanitarias están bajo mínimos. (C) Pablo Tosco / Oxfam Intermón ampliar El centro comercial de Al-Waha a las afuera de la ciudad de Trípoli está abandonado y han llegado hasta él unas 130 familias con una media de seis miembros. Viven en los locales comerciales; pero no todos deben pagar alquiler. Sólo algunos de los propietarios del centro han optado por cobrarles. Reciben alimentos de varias ONG internacionales y 8.000 litros de agua diarios. (C) Pablo Tosco / Oxfam Intermón ampliar La vida del refugiado urbano dista de ser fácil. Indocumentados, sufren con más frecuencia problemas laborales, sanitarios y legales. Son más vulnerables a la violencia intrafamiliar, la explotación infantil o la prostitución. Entrega de la cartilla de distribución de alimentos que reparte una asociación local en Alepo. (c) Pablo Tosco ampliar Fatou Faris, profesora de la escuela Alhak: Sus docentes han ocupado un edificio de viviendas abandonado. (c) Pablo Tosco ampliar
Especiales 20minutos Refugiados

Han colaborado en este especial:
A. Larrañeta (textos), M. Miraño (textos), A. Calleja (textos), A. Larrañeta (galerías),Carlos Gámez (gráficos), Javier Asuar (maquetación), Federico Álvarez (desarrollo), David Velasco (diseño) y Álex Herrera (coordinación y textos). Las fotografías de apertura y de transición entre los distintos capítulos son de Pablo Tosco (OXFAM INTERMÓN), Jorge París y GTRES.